lunes, 30 de abril de 2018

¿Nunca han sentido que tiene una vaga convivencia con todos pero que en el fondo, se odian entre sí?
Y duele pensarlo cuando día a día oras por cada una de esas personas y agradeces por sus vidas y no por obligación, sino porque en verdad me nace ser mejor persona que ellos.
¿Pero eso vale la pena cuando a tus espaldas te insultan, te ofenden, te degradan? 
Cuando me operaron, todos me visitaron, pero me sentí verdaderamente sola. 
Sentía que muchos fueron por compromiso u obligación en lugar de porque les importase verídicamente, de porque genuinamente deseaban que estuviese bien. Sentía que no podía contar más que con dos, máximo tres de los presentes ese día.
Al menos no soy como el resto, y no permito que todo lo malo me deje ver lo bueno, y aquellos a quienes les importo me dieron la fuerza y el amor suficiente como para salir adelante.
Pero los demás no quedan atrás, siguen en tu día a día, un día puede ser un gatito que se deja abrazar y luego un león a punto de devorarte sin piedad. Son una especie de camaleón que se mueven a conveniencia, por odio y por rencor. 
¿Cómo lidiar con eso?
Recientemente le dije a una muy buena amiga que sin importar sus errores, yo la amaba, cuando se ama a una persona se ama con todo y sus defectos, con los buenos y los malos momentos. Se ama incondicionalmente...
¿Por qué no todos pueden pensar así? ¿Por qué no puede haber un equilibrio? Pero un balance de amor real, de querer uno si importar su posición económica, situación civil, orientación sexual, ideologías políticas o religiosas... ¿Por qué tienen que ser más aquellas cosas las que nos separan, que las que nos unen? ¿Por qué jugar con chistes hirientes carentes valor y sin moral? 
Un balance en el que se sea capaz de ver lo bueno, más allá de lo mal, lo positivo por sobre lo negativo, los momentos buenos y los aprendizajes, que los errores... PUES NO.
La gente sólo ve lo que querrá ver, escuchará lo que quiere escuchar...
Desearía que hubiese un balance, pero eso si, un balance incondicional y no uno hipócrita en el que de frente todo está bien y por encimita hay sonrisas falsas, pero que a tus espaldas no hay más que ofensas e insultos...
Ojalá que solamente orando por los demás, se pudiese cambiar, pero a veces hacen falta milagros.