Y así fue como debatiendo con alguien una temática como el qué preferirías, si un oso o un hombre... Terminó destapando muchos de mis traumas de la infancia. Maltratos físicos, verbales y emocionales que tomana con ligereza y no vi la gravedad de las experiencias hasta que las dije en voz alta. Mi amor y yo, nos miramos con tristeza. No sólo fui víctima de mis victimarios, sino de quienes lo negaron, no pelearon. Es tan culpable el que ejerce el golpe como el cómplice, aunque haga como que no lo note.
Durante tantos años desde muy pequeña, pensé que merecía cada golpe y cada insulto. Pensé que el amor era así, violento. Doy gracias a Dios de que ya no estoy en esa realidad y conozco el amor bueno y sincero.