domingo, 12 de abril de 2020

Y de repente despertamos un día y todo cambió, en Disney se apagó la magia, la muralla china no era tan fuerte, ahora New York si duerme, y ningún camino quiere conducir a Roma. Un virus se corona como el dueño del mundo y nos dimos cuenta de nuestra fragilidad, no sabemos si el daño es a propósito o si es irresponsabilidad de nosotros mismos, pero la amenaza esta ahí cada día más fuerte. Ya los memes no causan tanta risa, los abrazos y los besos se transforman en armas peligrosas y la escasez de productos nos demuestra una vez más lo egoístas que somos, tan egoístas que decimos "no hay problema este virus sólo se lleva a los viejitos" como si no tuviéramos a nuestros padres o como si no fuésemos nunca a llegar ahí. Queremos hacer valer nuestros "derechos" de decidir si dejar vivir o no a otro y ahora nos damos cuenta de que no podemos decidir ni por la vida de nosotros. Un planeta que decidió que Dios no existe sin haberlo buscado, que hoy se pone  una máscara no solo para tapar un virus sino para tapar nuestra vulnerabilidad mezclada con soberbia y se lava las manos para no reconocer nuestra responsabilidad tal como un Pilato. 


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