miércoles, 6 de octubre de 2010

- Camina con calma, es agua, solo moja.
- Ya sé que solo moja, ¡¿qué más esperabas que hiciera el agua?!
- Bueno... si, lo que quiero decir que es no corras, disfruta este momento.
- ¿Disfrutar?! ¿Tu me hablas de disfrutar? ¡Vamos a pescar un resfriado de una semana! No. No, gracias. No tengo ganas de enfermarme
Tomé su mano y lo jalé hacia atrás, lo jalé hacia mi, me vió con enojo, era más que obvio que no tenía planeado mojarse ese día, era más que obvio que nada de lo que había pasado ese día había salido como el quería pero yo lo único que quería era estar con el. No me importaba que mi maquillaje ya estuviera más que corrido y mi vestido empapado. El llevaba traje, me imagino que mojado pesaba mucho, pero no lo parecía, el caminaba con tal agilidad que parecía que no había lluvia ni nada que lo molestara para seguir avanzando. Yo, con las sandalias en la mano, sostenía la suya e intentaba encontrarme en sus ojos pero el sólo quería seguir caminando. Lo dejé seguir, yo me quedé parada en el mismo lugar, lo vi alejarse, dió la vuelta a la cuadra y no supe que hacer, si seguirlo o dejarlo ir, permanecí ahí un rato, pensando.
Cuando menos lo esperaba, el llegó corriendo desde atrás, sus brazos hacían de cinturón, me cargó y me dió una vuelta, llevaba una de las sonrisas más maravillosas que le hubiera conocido nunca, saltamos sobre los charcos, corrimos y cantamos. Nunca olvidaré el beso que me dió esa noche, me olvidé de la noche y del cielo, del agua y mis sandalias. Fuimos él y yo, y el mundo aparte.

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