lunes, 11 de octubre de 2010

Una nota, una lágrima. A cada nota sentía que el alma se le caía en pedazos. La música seguía su curso, su cara se arrugaba más, sus ojos goteaban y sus brazos se apretaban inevitablemente sobre su pecho. (El pianista siguió tocando ignorando su reacción)
Corazón, te dije que ésta vez iba a ser diferente, porque estábamos preparados...
Y sí, no era dolor como todas esas veces, era simplemente un vacío abismal, inexplicable, un vacío que no dolía, pero destrozaba.

No hay comentarios:

Publicar un comentario