La cámara me la regalaste cuando yo no podía comprarme una, y cuando pude hacerlo ya no quise porque tenía la tuya. Y con ella escribí historias, dibujé recuerdos, imprimí nuestras sonrisas para la eternidad.
Que alegría poder tenerte así en todo momento, queriendo que me maquilles la cara a besos o con ganas de sacarte la lengua porque me lastimaste de nuevo, estás ahí, siempre siempre. Y el día que no estemos más juntos, sabremos que tenemos una historia arañada en la piel, que no dejará que la sonrisa decaiga, nunca nunca más.
viernes, 8 de octubre de 2010
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