domingo, 2 de enero de 2011

Siempre he creido en el poder de las servilletas. En ellas se han escrito millones de secretos, de palabras importantes que debían apuntarse antes de írsenos volando, de la cabeza o de la vida.
En un bar, lleno de ruido y de gente, se pueden llegar a escribir los momentos más importantes de una historia, o los más vanales pero especiales, todo es subjetivo. Un adiós, el diseño de un zapato, un te quiero, la primera idea de un libro, un susurro a voces, el mapa de como llegar a tu casa, el nombre de nuevo un grupo de música, un poema. Las cosas que no queremos que pasen de largo en ese instante, o las que sabemos que nunca nos atreveremos a pronunciar.
A lo mejor por eso me gusta tanto sentarme en las mesas que están aún sin recoger, con la historia y los instantes de alguien que se ha ido y todavía ha dejado la silla calentita. Y mirar las servilletas arrugadas que todavía están esparcidas, escritas, garabateadas. Nunca me atrevo a leerlas, eso nunca, por si guardan escrito un deseo: deben ser un secreto, o no se cumplen.

1 comentario:

  1. Te pediría por favor que pusieses que este texto es de mi autoría y que pertenece a mi libro, que se publica en un par de semanas, por favor.
    Posee derechos de autor y está registrado bajo licencia Creative Commons.
    Si no lo haces, borralo.

    Un saludo.
    Marta Suárez Cota www.marta-suarez.tk

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