Solíamos contar estrellas, hacer apuestas sobre a que hora iba a llegar y que nos iba a traer, aunque, lo que más nos gustaba no eran los regalos, si no el simple hecho de quedarnos despiertos hasta las tantas, hablando, comiendo, jugando hasta que el sueño nos vencía y nos quedábamos dormidos en el mismísimo suelo, con bigotes de chocolate y los labios llenos de besos.

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