miércoles, 16 de marzo de 2011

Hace ya un tiempo que encuentro difícil escribir. Pueden llamarlo pérdida del don, falta de tiempo, quizás exceso de él, o muy aparte, distanciado de estos pensamientos, el dolor. Lo sostengo, cuando inhalo e intento soltarlo cuando exhalo. Suelo sentirme un tanto inalcanzable, fuera de foco. Quiero hablar pero dentro mío existen dos certezas, la locura y la cordura, se abren paso. Se pelean entre ellas. Hablan incoherencias, o simples cosas que no puedo comprender. De pronto, todo aquello evidente para otros parece para mi irrelevante. Cuando agarro una hoja, practicamente me enfrento a verme reflejada, a ver todo lo que hay dentro mío, sin filtro alguno y así como la valentía puede llevarte a la gloria, pero la osadía puede llegar a costarte caro.
El papel, es como el espejo, saca todo de uno, saca aquellas cosas que nos hacen intachables y aquellos secretos que nadie conoce. Las palabras de un texto rebelan quien eres sin disfraces ni antifaces. Nos volvemos tan frágiles cuando escribimos...tansparentes. Cuando los músicos crean una canción hacen eso, dejan su alma, impresa en papel y tinta. Muchas veces, escribir hace que ese dolor me desgarre, me suele deshacer en mil pedazos pero lo inchoerente es, como la música junta esos trozos, desplomados y recontruye todo aquel anticuado catillo en que me suelo encerrar, me devuelve a mi lugar. He descubierto quizás la mágia de la escritura: las palabras te dividen, todo aquello que quieras decis es una letra de cada palabra, te vas desplazando, deshilachando entre nexos que unen tu dolor y cuando terminas, probablemente llorando, comprendes la realidad que escribiste y al escuchar un poco de música te recompones con el latir de tu corazón casi en brazos, comprendes que la vida son esos momentos que duelen, son esos vidrios que se hunden en uno como astillas imposibles de remover, la vida hace de tu cuerpo un muñeco de trapo, cómplice de la locura de respirar, de caminar con ese dolor a cuestas y aprender irremediablemente a convivir con ello, superarlo con suerte o fingir delante de otros que lo hemos olvidado con una inocente sonrisa que compre su confianza.
Y ustedes pueden creer que quizás, escribir es un arte vana, estúpida, poco realista y hasta incluso, demasiada poética pero la verdad es que no todos podemos hacerlo, sentarnos, y escribir sobre nosotros, escribir sobre el dolor, sobre nuestros miedos más profundos, sobre aquellas cosas que no hablamos con nadie, que incluso a veces nosotros ignoramos. Pues me encontré con esto, con miedo a mi propio miedo, con la posibilidad de verme sentir el dolor tan dentro mío, adherido, calandome la piel, los ojos, haciendome parte de él, quizás esté haciendolo en este momento, apropiandose de mi. Miedo de ser alguien, de encontrarme reflejada en un espejo y verme y que al intentar acariciarme sólo termine lastimándome, de respirar hondo y sentir como tus pulmones se comprimen y tu corazón intenta no sentir todo eso que fluye por tus venas, que hasta a veces te sorpende queriendo ignorarlo. Y es inútil no ver que todo aquello que somos se esconde, debajo de todo aquello que decimos ser. Y no todo lo que decimos ser, es lo que realmente somos.

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