viernes, 11 de febrero de 2011

Cuando me encuentro caminando sola huelo a la libertad, comienza un cosquilleo de felicidad que parece no acabar. Pero como todo, tiene un final. Mi corazón se acelera y mi cerebro piensa, es decir, de repente enfrento la realidad y dejo de soñar. Me doy cuenta que en verdad la libertad no la hay, que es un sueño que puede durar unos pocos minutos.. De esta forma caigo a tierra. Pero es así, un bruto cambio.
Me molesta el saber que tengo que andar respetando malditas leyes y reglas, que un don nadie se encarga de dictar, aun más molesta cuando el sabio, aquel que se las sabe todas es justamente el indicado en no cumplirlas. Entiendo que la libertad termina, donde comienza la de al lado.. Y mi libertad, esa que pido, no se basa en molestar a mi gente, ni a mis vecinos. Pido libertad en mis deseos y sentimientos. Aveces quisiera que todo sea tan distinto. Me molesta muchísimo tener que pedir permiso para hacer cosas que quiera hacer.. Y mucho más me molesta cuando la respuesta es no. Odio siempre tener que andar preguntando todo. Quisiera mandarme yo sola, y hacer lo que me gusta y quiero en ese preciso momento. Pero como siempre todo lo que uno quiere no se puede..

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